Marco Arment, ex-CTO de Tumblr,
creador de Instapaper y reconocido desarrollador, organiza una auténtica
tormenta para Apple al poner voz en su blog personal a lo que muchos llevamos
mucho tiempo pensando: que la marca lleva ya demasiado tiempo enfocada casi
exclusivamente en el marketing y perdiendo alarmantemente calidad en sus
productos. Su abrumada reacción de arrepentimiento posterior tras ver el enorme
efecto provocado por su entrada no empaña la gran verdad: ha tocado un punto
que muchos usuarios llevábamos mucho tiempo planteándonos.
La entrada de Marco ha
sintonizado de manera casi inmediata en Twitter con un buen coro de usuarios
considerados tecnológicamente influyentes, que han iniciado un debate sobre la
progresiva caída en desgracia de la marca de la manzana. Algunos, como Daniel
Jalkut, ex-trabajador de Apple, han dedicado entradas al tema, hablando de
hasta qué punto lo que en su momento fue un hardware y un software cuyos
estándares de funcionamiento eran sensiblemente mejores que los de su
competencia y que partían de una determinada cultura a la hora de hacer las
cosas, parece haberse convertido, bajo la batuta de directivos mucho más
centrados en el marketing que en esa consideración de excelencia, en una marca
mucho más “normal”, a la que podría incluso llegarle a resultar complicado
sostener unos márgenes comerciales sensiblemente más elevados que los de sus
competidores.
Obviamente, no todas las
reacciones son idénticas: los hay que afirman que, aunque Marco Arment puede
tener razón y los productos de Apple pueden haber empeorado sensiblemente en su
calidad, la culpa no es de marketing. Y no faltan tampoco los del “y tú más”,
los que dicen que puede ser que Apple tenga problemas, pero que esos problemas
no son nada comparados con el desastre de su competencia.
Mi experiencia personal es clara:
me cambié a Apple a principios de 2002, y mi experiencia con respecto al mundo
PC fue precisamente la que decía uno de los slogans más conocidos de la marca:
it just works. Nunca me he considerado un fanboy, de hecho, hay bastantes
productos de la marca que no utilizo porque, sencillamente, prefiero otras
opciones. Ahora, más de una década después, utilizo algunos programas en sus
versiones antiguas porque las nuevas me parecen peores, espero para actualizar
los sistemas operativos hasta que casi no tengo más remedio porque desconfío de
las “ventajas” de los nuevos. El último ordenador que me compré, un MacBook Pro
Retina, es una de las peores máquinas que he tenido en mi vida, y tiene fallos,
como una marcadísima persistencia de las imágenes en pantalla (ghosting), que
deberían provocar la vergüenza de cualquier fabricante mínimamente serio, mucho
más si venden sus productos a esos injustificables precios. Errores que, al ser
reportados en una tienda Apple, recibieron como toda solución un comentario del
tipo “tu máquina ya tiene más de un año, qué le vamos a hacer”. No, no es
exactamente lo que esperas como cliente cuando te has gastado esa cantidad de
dinero en un ordenador y este resulta estar defectuoso por un problema
únicamente achacable a su proceso de fabricación o a la elección de sus
componentes.
Con respecto al software, son
bastantes los que afirman que varios de los productos de la compañía han ido
bajando su calidad hasta el punto de perder el favor del segmento más
profesional de su mercado, incluso en segmentos tan históricamente atribuidos a
la compañía como el diseño gráfico o la creatividad. .
Las quejas de Marco Arment
vienen, en cualquier caso, en un momento perfecto para la marca: el día cinco
de enero, cuando la temporada de ventas de electrónica de consumo en los
Estados Unidos ya se ha dado por cerrada, y en otros países, incluidos los
latinos, las compras de Reyes ya han sido, en la mayoría de los casos,
realizadas. Una erosión a la imagen de marca como esta, que afecta a los
atributos fundamentales y a la justificación necesaria para su decisión de
compra, podría llegar a hacer mucho daño si se diese justo antes de las
navidades. En este momento del año, sin embargo, recién terminado el momento
más importante del año en ventas, es más que posible que los efectos sean
bastante más moderados. Al menos, a corto plazo. A largo plazo, si la compañía
no es capaz de corregir lo que parece estar convirtiéndose en una percepción
relativamente generalizada, podría llegar a ser un problema mucho, mucho mayor.
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